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Si alguien abre…

Es Jesús quien dice: “Si alguno… abre… entraré a él”. No fuerza la puerta, sino que espera la respuesta. Abrir la puerta a Jesús es lo contrario de encerrarse en sí mismo, de querer resolver uno mismo sus problemas. Al abrir y pedir a Jesús que entre en mi vida, recibo la luz de Dios. Es, pues, un impulso de vida, de confianza en Dios.
¿Cómo podemos abrir la puerta de nuestra vida a Jesús? Es necesario “el arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). Arrepentirse es primeramente tomar conciencia de que estamos separados de Dios, alejados de él a causa de nuestras malas acciones, intenciones y aun malos pensamientos. ¿Ya confesó usted a Dios todas esas cosas que Le ofenden y quizá pesan sobre su conciencia?
¿Cree usted que Jesucristo murió por sus pecados y que resucitó? En caso afirmativo, usted le abrió la puerta y es un hijo de Dios.
Nosotros, cristianos, también necesitamos abrir diariamente la puerta a Jesús. Invitémosle al centro de nuestros problemas y seremos sostenidos y fortalecidos por su presencia. Con el Señor podemos pasar con paz nuestras dificultades, superar nuestras dudas y ser liberados de nosotros mismos. Mediante la oración, nuestro corazón acepta el don que Dios nos preparó: su Hijo unigénito, que murió por nuestras faltas y resucitó, y que vive junto al Padre para guiarnos y sostenernos. Jesús se revela a aquel que lo busca.

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Apocalipsis 3:20

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