Un día, José se encontró en una difícil posición cuando la esposa de su jefe trató de seducirle. ¡Cuán seductora debió haberle parecido esta mujer a un joven saludable! Y a José debió habérsele ocurrido lo aterradora que sería la ira de ella cuando rechazó sus intentos.
Pero José la resistió de plano. Sus convicciones morales surgían de su clara visión del pecado y su reverencia a Dios. Le dijo a ella: «¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?» (Génesis 39:9).
Hoy en día, es popular llamar al pecado por nombres más aceptables. Pero usar eufemismos para nombrar las ofensas contra Dios sólo debilitan nuestra resistencia y trivializan el daño del pecado hacia nosotros.
Para José, el pecado no era tan sólo «un error de juicio». Ni tampoco era un mero lapsus linguae o una «indiscreción» en un «momento de debilidad». José vio el pecado como lo que era: una seria ofensa contra el Señor; y no le restó importancia a la gravedad de ésta.
Los estándares morales de Dios son absolutos. Sólo cuando veamos el pecado como algo que el Señor aborrece estaremos motivados a hacer juicios morales correctos.
Llamar al pecado por un nombre más suave no cambiará su carácter ofensivo contra Dios ni el costo que representará para nosotros. —CPH
Muchos verdaderos creyentes en Cristo están plagados de dudas en cuanto a su salvación. Aunque han venido a Cristo en arrependimiento y con fe, todavía se preguntan, «¿Realmente iré al cielo?»
Mi difunto esposo Bill a menudo contaba acerca de algo que le sucedió cuando tenía dos años. Un día, desobedientemente vagó de su casa y se perdió. Cuando sus padres se dieron cuenta que no estaba, salieron a buscarlo. Finalmente, para el inmenso alivio de todos, vieron a su niño lloroso y lo llevaron de vuelta seguramente a casa.
Días después, Billy escuchó a su madre contarle el incidente a un visitante. Cuando llegó a la parte cuando salieron a buscarlo, Billy comenzó a revivir la historia. «¡Mamá, mamá!» sollozó. «¿Y me encontraron?» Sorprendida y profundamente conmovida por la duda de su niño, lo abrazó y dijo, «¡Por supuesto mi hijito! ¿No te acuerdas de aquel feliz momento? Mira, ahora estás con nosotros, y nos aseguraremos de que siempre lo estés». Eso consoló a Billy, porque aceptó la palabra de su madre.
La carta de 1 Juan en el Nuevo Testamento fue escrita para darles a los creyentes la seguridad de la salvación. Dicha seguridad puede ser tuya cuando le tomas la palabra a Dios.
—JEY-->
No hay excusas para excusar el pecado.
LA OBRA DE CRISTO NOS DA SALVACIÓN;
LA PALABRA DE DIOS NOS DA SEGURIDAD -->
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